Cada amante del vino tiene también sus pequeñas manías. Por ejemplo, rara vez bebo el mismo vino varias veces (en un periodo corto de tiempo), y menos en un restaurante. Siempre tiene que ser algo diferente, y la carta de vinos suele ser demasiado pequeña para mí. Sólo tengo curiosidad y quiero saber todo lo posible. Lo mismo ocurre con los vinos.
Sólo hay una excepción. En el restaurante español "Metzg" -mi restaurante favorito para las ocasiones especiales- siempre pido el "Les Terasses" de Alvaro Palacios. No necesariamente porque sea mi bodeguero favorito, no porque el restaurante sólo tenga vinos españoles en la carta (no, Burdeos, Napa Valley, Borgoña también están ahí), no porque la selección de vinos españoles (no sólo del Priorat) sea pequeña. No - esto es bastante atípico para mí - "Les Terasses" está sobre la mesa aquí, una y otra vez, y - a pesar de que rara vez voy allí - todavía no me ha "desanimado". ¿Qué pasa? Ya no confío en mí mismo. Por supuesto, es un vino excelente: jugoso y preciso, pero dulce y fresco, aromas mediterráneos: naranjas, almendras. Se muestra velado -leí en alguna parte- y Stephen Tanzer (International Wine Cellar) lo llama incluso "sexy". Incluso puedo estar de acuerdo con eso, si se traduce "sexy" con "delicioso".
Pero no es esta nota sexy la que me atrae tanto (creo). Es más bien la combinación de vino, comida, atmósfera, ambiente y hospitalidad lo que me conecta con este vino. De alguna manera se ha fijado en mí que "Les Terrasses" pertenece a este restaurante y el restaurante pertenece a este vino. ¡Punto final! Algo así lo calificaría de ridículo en cualquier otra persona (incluido yo, en realidad), de una terquedad increíble, incluso de parcialidad. Quizá sea la palabra secreto la que (inconscientemente) entra en juego aquí. No lo sé, es un secreto. Y eso es algo bueno. Porque los vinos también necesitan sus secretos, como las personas. No es necesario explorar todo, ni siquiera el absurdo de que el "Metzg" y "Les Terrasses" vayan juntos, para mí. ¿Para siempre?