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Una cosa es cierta: si busca el Chianti que una vez representó la Toscana, el compañero de comida sin pretensiones, picante, animado, no demasiado pesado, con un estimulante mordisco ácido y la dosis justa de terrosidad rústica, tiene que buscar aquí. Estos Chianti nunca ganarán la competición por los mejores vinos del mundo, pero siempre ganarán la carrera por el primer puesto en la mesa.