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DSCN8511Fue pura coincidencia que abriera un vino sudafricano ayer, de todos los días, cuando se anunció la muerte de Mandela. No había leído la noticia de la muerte en ese momento. Era simplemente el deseo de un Shiraz del "Black Country", que está a unos 100 kilómetros al norte de Ciudad del Cabo. Quizá también porque me he propuesto firmemente visitar por fin Swartland en mi próximo viaje a Sudáfrica (el próximo mes de marzo), ya que aún no he visitado esta región vinícola. ¿O fue -como me ocurre a menudo al elegir un vino- la historia que hay detrás del vino o el nombre algo inusual de "Allesverloren"? Probablemente un poco de todo, porque los vinos sudafricanos -especialmente el Shiraz y el Pinotage- están entre mis amores "secretos".

Ahora que se escribe y se habla mucho del país del sur de África con su turbulenta historia con motivo de la muerte de Mandela, sus vinos también cobran cada vez más protagonismo. Se lo merecen, porque su poder y elegancia -a pesar de todo su refinamiento- siguen teniendo algo de primitivo, incluso de liberador. Siempre tengo la sensación de que sigo bebiendo vino y no sofisticada tecnología vinícola. Tal vez todo esto sea pura imaginación, una sobreinterpretación de un país -o terruño- que se encuentra en otra parte del mundo, y que -no hay que olvidarlo- fue condenado al ostracismo durante años por su indigna segregación racial. Las emociones no pueden excluirse del consumo de vino. Y eso es algo bueno.DSC_0005

Para mí, este Shiraz es una verdadera alternativa al Syrah del valle del Ródano, un poco más voluminoso, un poco más expansivo, incluso más aromático que los vinos del sur de Francia que tanto me gustan, precisamente por su carácter afiligranado y a la vez potente. Se trata de un niño algo mayor (para un Shiraz). Tal vez por eso me divierte tanto, porque la madera está (por una vez) maravillosamente entretejida y afloran muchos de los aromas puros del Shiraz. Las notas de grosella, por lo demás bastante fuertes, complementan los sutiles matices frutales y de especias y no los abruman. Mis asociaciones sensoriales se dirigen hacia el tabaco, el café y el laurel. Un vino que se reconcilia con todo lo que tantas veces se le hace al Shiraz o al Syrah por la madera, por el ensamblaje, por la concentración.

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