Fue hace unos años, pero aún resuena en mis oídos. En un acto con Jean-Guillaume Prats (hijo del antiguo propietario Bruno Prats -actualmente director general de la bodega-), se planteó la siguiente pregunta: "¿Qué ha cambiado decisivamente en el vino de Cos d'Estournel en los últimos años?". La respuesta franca de Jean-Guillaume Prats: "Sobre todo, el vino se elabora ahora de tal manera que está listo para el consumo mucho antes". En otras palabras, la tendencia a la maduración temprana de los Burdeos también se ha impuesto en Cos d'Estournel. Los tiempos han cambiado, en una sociedad móvil ya no se tiene el valor (y en muchos casos la posibilidad) de almacenar los vinos durante décadas y esperar el momento en que el vino alcance su "pico". Incluso los Burdeos se beben (y se pueden beber) con placer después de cuatro o seis años, dos de los cuales se pasan madurando en el château. La espera y el arraigo no son (ya) un asunto de nuestra acelerada sociedad de consumo. Esto suena algo conservador, enquistado, anclado en lo antiguo (antaño). Pero este 94 -de ninguna manera un "viejo" Cos- me lo hizo ver una vez más. El vino -después de todo, casi veinte años "viejo", de una cosecha mediocre- ha florecido realmente y ya no puede compararse en su elegancia y complejidad con los vinos, a veces potentes pero mucho más superficiales, que se han elaborado en la finca en los últimos años. Aunque el estilo ha cambiado poco, se ha mantenido sorprendentemente constante. 
El terruño de esta finca vinícola de primer orden no se ha doblado sorprendentemente, Cos ha seguido siendo Cos. Y, sin embargo, en mi opinión, hay una gran diferencia entre el "viejo" Cos d'Estournel y el actual: yo lo describiría como "agradable". (Aparte de las diferencias en las añadas). Para mí, el Cos de hoy es más agradable -utilizo la palabra "más hecho" para evitar utilizar la mal vista palabra "más industrial". Mientras que un Cos viejo -incluso en añadas mediocres- aporta más personalidad, más individualidad, más diferenciación en la copa.
Este '94 podría dar una pista (está lejos de ser una prueba). El terminador de vinos (Armin Becker) escribió una vez sobre el 94: "en un refugio de montaña, un vino así, con su carácter algo marimacho, su aroma herbáceo y a regaliz y los taninos algo rudos, encaja perfectamente. Puedes beberlo allí mientras comes, juegas a las cartas o mantienes interminables conversaciones tranquilamente". El veredicto de un experto y conocedor. Pero - ahora en la copa, el vino parece completamente diferente, ni herbáceo ni marimacho. Más bien tiene los aires de una señora mayor, noble, todavía muy ágil y extremadamente elegante. ¿Tanto ha cambiado el vino? No lo creo, más bien lo que llamamos nuestro gusto.