La denominación Saint-Chinian tiende a ser infravalorada: por un lado, porque está cerca (al oeste) de la denominación Faugères, más pequeña pero mucho más conocida, y al este está eclipsada por la gran zona de cultivo de Corbières, que se extiende casi hasta la frontera española. Por otra parte, y esto es probablemente decisivo, la denominación está dividida en dos partes en términos de terroir: en la parte norte predominan los suelos de pizarra (como en Faugères), mientras que en la parte sur (más cerca del mar) predominan los suelos arcillosos y calcáreos, lo que naturalmente produce vinos muy diferentes. Además, los mejores vinos (al menos los más conocidos) proceden probablemente de las dos subdenominaciones Saint-Chinian Berlou y Saint-Chinian Roquebrun. Una confusión que sólo los conocedores de las denominaciones de origen de Languedoc pueden desentrañar.
No conocía la Cuvée Charlotte del Domaine du Sacré Coeur hasta ahora. Lo conocí ayer, en mi restaurante local favorito, por recomendación de la dueña, a la que considero una buena conocedora del vino. En cualquier caso, su carta de vinos incluye algunas de las bodegas de la región cuyos vinos están entre mis "favoritos" (y sobre los que he informado aquí varias veces).
Quería conocer algo nuevo esa noche, algo que no pertenece necesariamente al círculo de "los sospechosos habituales". Y así llegué a Charlotte, la Cuvée de Saint-Chinian, muy abierta a nuevas experiencias, muy dispuesta a dejar atrás lo conocido y descubrir algo nuevo. Lo que ofrecía no era nuevo: el habitual ensamblaje de Languedoc de Garnacha, Mourvèdre, Syrah y Cariñena, con el que estoy muy familiarizado (¡y que además me gusta tanto!). Pero lo que me pareció diferente aquí, diferente de muchos (¿la mayoría?) de los vinos de Languedoc, es la potencia y la variedad de sabores, la singularidad en el cuadro gustativo. No es sólo uno de los muchos buenos vinos de la región, es asombrosamente independiente, asombrosamente lleno de carácter, accesible, a pesar de muchos taninos y acidez no es en absoluto un tipo salvaje, pero tampoco un adulador, como lo son muchos de los vinos con énfasis en la Syrah en el sur de Francia.
Creo que esto se debe al predominio (o a una proporción considerable) de la Cariñena, una variedad de uva que cada vez es más desplazada por otras más agradables o que se utiliza con demasiada intensidad para vinos masivos intrascendentes, como se hicieron en el sur de Francia durante mucho tiempo. Aquí -me parece- se ha renunciado a los altos rendimientos (vendange en vert) o/y se ha podido recurrir a viñas muy viejas. En cualquier caso, se perciben los aromas muy especiales de la ciruela y aún más de la violeta, que de otro modo son tan a menudo "lavados" en los ensamblajes. Para mí, una gran experiencia (no del todo nueva).