En el salón del ayuntamiento, donde hace dos meses, como todos los años, se celebra la vieja costumbre del "Uno, dos, Geissebei", se invita a cenar a los antiguos concejales de la ciudad y del municipio. Estoy allí y pongo mi nariz en la copa expectante - mientras bebo vino tinto. Una copa de honor en una cena de honor. Un Burdeos infinitamente pesado, profundo, afrutado y joven viene hacia mí, pero no puede ser un Bodeaux en absoluto (pero quizás le gustaría serlo, no lo sé). Supongo que España y yo tenemos razón. El vino es bueno, pero...
¿Por qué España, por qué no un vino local? Un "Rosenstädter" - en realidad un vino histórico de la ciudad (viñedo debajo del castillo) o - no tan distinguido - un "Höcklisteiner", un "Lenggiser", "Meineberg", un vino de campo, Pinot Noir, como hay muchos alrededor del lago de Zúrich. Incluso, si el vino del municipio (perdón: de la ciudad) no es lo suficientemente representativo -al fin y al cabo se trata de una cena de honor- puede -como en el caso del vino blanco del aperitivo- pasarse a Zúrich: hay algunos nombres muy buenos: Schwarzenbach, Meier, Schipf o incluso en el Obersee: Bamert.
Lo que siempre observo con asombro y ligera irritación es que lo evidente suele estar muy lejos. Los políticos locales que han trabajado durante años en beneficio y bienestar de un municipio se reúnen en torno a una comida (sopa de pescado blanco del lago de Zúrich, Joner -nombre de una parte del municipio-, silla de ternera...) y vino de España, más concretamente del Priorato. El vino es -como he dicho- muy bueno, la elección quizás un poco menos... acompaña a la comida, pero también a la ocasión.... Me gustaría ver, también en materia de vino, juicios críticos, pero un poco más de autoestima, más honor a quien honor merece, porque incluso los vinos locales pueden satisfacer definitivamente las exigencias de los amantes del vino.
Pasemos al vino servido: muestra su origen -y el esfuerzo- para hacer un vino de alta gama: un ensamblaje de Garnacha negra, Cabernet Sauvignon, Carinena y Merlot - muy alcohólico, cálido, suave y redondo, notas minerales, con una madera moderada que deja jugar a la fruta, es decir, la apoya y no la impide. Galena es el nombre antiguo del mineral ganelita, el vino lleva con razón este nombre: un componente mineral es específico de la región vitivinícola del Priorat, en las escarpadas colinas de Cataluña, y da a los vinos su nota y su potencia tan especiales. Intenso rojo-azul oscuro, voluminoso pero elegante, maduro y bello en el final. En este sentido, los responsables del vino hicieron un buen papel en el evento.