2017 fue el
año más
seco y caluroso en
Montalcino desde que se iniciaron
los registros meteorológicos. No llovió
durante tres meses, y a finales de agosto se registraron casi 20 días con temperaturas superiores a 35 grados. Con este estrés por sequía, las vides pasan a tener un suministro de emergencia: Aunque
los pesos del
mosto aumenten, el desarrollo del
aroma se queda en el camino. A principios de septiembre llegó por fin el ansiado chubasco, y a mediados de mes volvió a llover. El cambio de tiempo
vino acompañado de un claro enfriamiento, que hizo que
los pesos del
mosto no se dispararan demasiado rápido. Esto permitió a las viñas ponerse al día con la maduración aromática y recuperar el terreno perdido.