Uno de los complejos de edificios más impresionantes de Cataluña alberga una bodega que es sinónimo de vinos igualmente impresionantes: La bodega Perelada es pionera en previsión y representa vinos que hablan por sí solos. Y de una pintoresca llanura de la Costa Brava.Un buen maestro es aquel que te guía para que crezcas más allá de ti mismo. Que esto también puede conseguirse en el vino lo demuestra de forma impresionante la emblemática bodega española Perelada. Porque esta afirmación forma parte precisamente de la filosofía vinícola de la tradicional casa, que este año celebra su centenario: "Un vino debe distinguirse por su propia personalidad y tener la capacidad de crecer más allá de sí mismo e inspirar", es el credo de la familia Suqué Mateu, que desde 1923 cultiva viñas sostenibles cerca de Figueres, a unos 180 kilómetros de Barcelona. Este lugar no sólo es conocido por ser la cuna y el lugar de trabajo de Salvador Dalí. También es la puerta de entrada al fértil interior de la Costa Brava, el Ampurdán. Una llanura cuya cultura del vino se remonta al siglo XIV, cuando los monjes carmelitas del Convento del Carme producían vino para abastecer a toda la región. Esta herencia fue recuperada por el empresario Miquel Mateu Pla, fundador de Perelada. Gracias a su esfuerzo y al de las ya tres generaciones de la familia Suqué Mateu por plantar y adquirir viñedos en los mejores emplazamientos de la región, colaborar con enólogos de prestigio e invertir constantemente en desarrollo e investigación, la bodega es considerada hoy no sólo un referente en términos de calidad, carácter, elegancia y sostenibilidad, sino también un punto de partida para que el Empordà, la región vinícola más antigua de la Península Ibérica, experimente una espectacular recuperación.
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"Nuestro objetivo es reflejar la personalidad del terruño en nuestros vinos y transmitir esta riqueza y sus matices en cada botella", explica la familia Suqué Mateu. Para ello, la construcción de una nueva bodega fue un paso importante. Fue diseñada y construida en colaboración con el estudio de arquitectura RCR (ganador del Premio Pritzker 2017) para aprovechar al máximo el potencial de los suelos ampurdaneses y producir un gran vino. El resultado fue la primera bodega de Europa en obtener la máxima calificación en construcción sostenible, el certificado LEED ORO, un buque insignia en ecoeficiencia y diseño medioambiental. Este proyecto está considerado uno de los más interesantes del panorama vitivinícola europeo de la última década, basado al mismo tiempo en la arquitectura paisajística, la integración en el territorio y el enoturismo ejemplar. De este modo, la propia bodega representa la gran importancia de la sostenibilidad para la bodega con certificación ecológica.
Sobre suelos de pizarra, grava y arcilla, las uvas de Perelada maduran en las mejores condiciones climáticas y geológicas; las terrazas de viñedos están situadas en parte directamente sobre el mar Mediterráneo. La vendimia se recepciona en la nueva bodega bajo la atenta mirada del maestro bodeguero Delfí Sanahuja. La obra maestra arquitectónica cuenta con 188 depósitos de diferentes tamaños, que permiten procesar las distintas parcelas por separado para potenciar al máximo la personalidad y autenticidad de los vinos. La bodega combina además el componente artesanal en el cuidado y selección de la uva con diversos logros tecnológicos. Todo ello con la ambición de crear vinos que tengan el potencial de superarse una y otra vez.
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