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Hace mucho tiempo, Clevner (el nombre común de un Pinot Noir en el lago de Zúrich) era uno de mis vinos favoritos. Por aquel entonces -aunque ya me gustaba beber vino a menudo- apreciaba el carácter ligero, casi boyante, de estos "vinos de campo", tal y como solían (y siguen) vinificarse aquí, y no tenía ningún problema con la acidez un tanto punzante.

Spätburgunder (Clevner) aus dem Hause Kümin, Freienbach Preis ca. 18 SFr. Kam al hecho de que el vino era importante en nuestra historia familiar (recuerdos de nuestra juventud) y estaba estrechamente relacionado con el monasterio de Einsiedeln en ese momento. Esta es también una historia notable. Mientras tanto, el monasterio (de nuevo) hace su propio Leutschner y los recuerdos de nuestra juventud casi se han desvanecido.

Ahora estaba en la fiesta de cumpleaños con mi familia en el "Luegete", un excelente restaurante en lo alto del lago de Zúrich. Y allí me encontré de nuevo con el Leutschner, el vino que ya tenía (casi) olvidado. El "Leutsch" y el "Luegete" están muy cerca el uno del otro y hace tiempo que tengo la costumbre de pedir un vino de la región siempre que sea posible en el restaurante. Así es como el Leutschner -por supuesto (como en el pasado) el de Kümin- terminó en la mesa.

Lo admito: mientras tanto me he vuelto mucho más crítico en lo que respecta al vino. La nostalgia ya no tiene el significado de antaño, incluso los recuerdos agradables en términos de vino tienen que estar a la altura de lo que me gusta llamar -no sin necesaria autoconfianza- calidad. ¿Y? ¿Podría mantenerse en pie? Sí y no. Sí, porque en ese momento no podía imaginar un mayor placer que beber este vino local con la excelente comida (boeuf stroganoff). Casi puedo ver hasta el viñedo donde crece. Y destila mucho color local, pero es, sin embargo (o quizás precisamente por eso), un vino que puede dar placer.

Durante mucho tiempo dije "vino de campo" con cierto desprecio. Ahora me alegro de estar en el campo y de beber un vino que huele ligeramente a frambuesas y cerezas negras, que no tiene nada de lo que casi siempre se le da al vino hoy en día a través de la vinificación sofisticada, la crianza en barrica, la concentración y no sé qué más. No, no puede mantenerse en este concierto de vinos. Pero en mi vaso crece -en realidad no lo nota nadie- una personalidad.

Pero, ¿sigue habiendo un residuo de nostalgia? No puedo negarlo.

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