Allí me senté a meditar sobre el libro que me habían confiado y tuve un problema casi insoluble
Para poder apreciar honestamente las rimas del autor reunidas en él según él, necesitaba absolutamente una medida claramente anímica del material, que con su entorno y él mismo proporciona la ocasión para lo que se escribe - ¡de vino!
Pero -desgraciadamente es así- las ganas de leer y también la capacidad de lectura concentrada disminuyen en mí de forma significativa exactamente en proporción al grado de achispamiento. ¿Y qué hacer?
La solución fue: recitar una serie de piezas seleccionadas al azar del libro de forma casi sobria en un soporte de sonido, para volver a escuchar estos recitados después de utilizar el contenido restante de la botella como estaba previsto y con una segunda recién abierta.