Producir vino de la máxima calidad en armonía con la naturaleza es el objetivo declarado de la bodega Brancaia, en la Toscana. Porque valores como la sostenibilidad, el respeto y la calidad son aquí una promesa vivida por toda la familia.El vino es como los niños. Se les protege y cuida desde el primer momento. En el caso del vino, desde la pequeña planta que más tarde dará las preciadas uvas. Se les acompaña en cada paso del camino... en este caso hasta la botella e incluso a menudo hasta el propio bebedor de vino. Y cuando le preguntan cuál es su hijo favorito, no puede decantarse por ninguno. "Todos nuestros viñedos tienen potencial para entrar en nuestra vinos de alta gama " es, por tanto, también el lema de la bodega toscana Brancaia. Echando la vista atrás: "Mis padres fueron de vacaciones a la Toscana en 1981, se enamoraron de la zona, de la gente y, por supuesto, de la buena comida y del delicioso vino.
Así que buscaron una casa de vacaciones y compraron el viñedo principal de Brancaia, junto con las vides", cuenta Barbara Widmer sobre los comienzos. Ella, suiza, que en realidad quería ser arquitecta, al final estudió enología y se hizo cargo de la bodega de sus padres en 1998. "La decisión de pasar del mundo de la arquitectura al de la viticultura fue un proceso gradual. Disfrutaba con mis estudios, pero cada vez dudaba más de que me gustara poner en práctica las ideas de otras personas y someterme a sus gustos, por así decirlo. Afortunadamente, con el vino es distinto", ríe.
Los viñedos de Brancaia se encuentran en tres fincas, con un total de 80 hectáreas de viñedo, la mitad de ellas en Chianti y la otra en Maremma. En el Chianti predomina la variedad tinta Sangiovese, seguida de cerca por la Merlot. Pero también se cultivan Cabernet Sauvignon y Sauvignon Blanc. En Maremma, en cambio, la Cabernet Sauvignon lidera por poco la tabla de viñedos; le siguen la Sangiovese, la Petit Verdot, la Merlot y la Cabernet Franc. "Tenemos tres microclimas diferentes, cada uno protegido por los bosques circundantes", explica el enólogo y gerente. Lo que también une a estos lugares es la máxima exigencia de calidad. "Ya sea en Radda, Castellina o en la Maremma: nuestro objetivo es siempre obtener las mejores uvas, auténticas, en las que viva la tipicidad y la sostenibilidad sea la base".
Así que no es de extrañar que la certificación ecológica fuera un compromiso importante para toda la familia y el equipo de 35 personas. "Cuanto más respeto mostremos por la naturaleza, más sanas estarán nuestras vides y mayor será la calidad de nuestras uvas. El hecho de que la viticultura ecológica y la calidad sin concesiones sean compatibles al cien por cien es uno de los descubrimientos más importantes y hermosos para nosotros." Este respeto por la naturaleza en el viñedo continúa en la bodega: "Aquí es importante comprender y aceptar la calidad de cada viñedo y no ir más allá de su potencial."
Ante todo, los vinos de Brancaia deben estar "bien equilibrados y dar ganas de tomar otra copa". Pero aún más importante es que reflejen su procedencia: "La tipicidad del lugar es lo más importante para nosotros. Cada vino Brancaia de hoy es un reflejo del lugar mágico donde se elaboró". Un ejemplo de ello es Blu, la marca vinícola de la bodega, nacida en 1988, que hizo famosa a Brancaia tanto por su icónica etiqueta como por la excelencia del producto.
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