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Una iniciativa de los viticultores de Borgoña está observando cómo evolucionan las antiguas variedades de uva de la región a lo largo del año frente al cambio climático. Varios medios de comunicación franceses informan de ello. El objetivo es explorar las posibilidades en una fase temprana para dar a los vinos borgoñones su frescura y equilibrio habituales incluso cuando las temperaturas son más altas durante el periodo de crecimiento y maduración de las uvas.
Por ello, la asociación de viticultores GEST (Groupement d'Étude et de Suivi des Terroirs - Asociación para el Estudio y Seguimiento de los Terruños), fundada en 1995 y que hoy cuenta con 120 miembros, ha puesto en marcha un programa de conservación de variedades de uva antiguas. En 2016, se plantaron ocho cepas jóvenes de un total de 50 variedades históricas de uva borgoñona en la denominación Hautes-Côtes de Beaune, como Sacy, Roublot, Melon, Gouget, Gouais, Beaunoir, Bachet, Romorantin, Abondance y Gascon. En un experimento a largo plazo, se estudia el comportamiento de maduración de estas variedades y se compara con el de las uvas borgoñonas actuales.
"Hasta la fecha, los efectos del calentamiento global han sido positivos", explica en TV5monde Jean-Philippe Gervais, director técnico de la Asociación de Viticultura de Borgoña (BIVB), que apoya financieramente al GEST. La evolución climática ha sido "beneficiosa para la calidad de la maduración de la uva". Pero a largo plazo, los viticultores temen una pérdida de finura debido a la menor acidez y a los mayores niveles de alcohol como consecuencia del cambio climático. "Simplemente intentamos que no nos cojan desprevenidos", añade el presidente de GEST, Thibault Liger-Belair, según TV5monde. "Mañana podríamos necesitar variedades de uva con un poco más de acidez, un poco más de tensión, que puedan madurar un poco más tarde".
Según el portal de noticias Franceinfo, el inicio de la vendimia en Borgoña se ha adelantado casi dos semanas en los últimos 30 años, debido al calentamiento global.