La bodega Condado de Haza es la historia de éxito de un buscador. Un visionario que ya había encontrado lo que buscaba una vez: con su primera bodega. Pero cuando los tintos de la ya famosa Bodega Pesquera se habían consolidado a principios de los 80, Alejandro Fernández, que fundó la finca junto a su entonces esposa Esperanza Rivera, intuyó que ése no iba a ser su único sueño. Quería explorar aún más el polifacético y profundo mundo del vino tinto, sumergirse en él de forma más profunda e intensa y hacer realidad su segunda gran visión: una bodega con un terruño especial al estilo de un château bordelés rodeado de viñedos. Sin embargo, la búsqueda de un lugar adecuado donde él y Esperanza pudieran hacer realidad este sueño único resultó complicada y prolongada. Sin embargo, como ocurre a menudo en la vida, la perseverancia se ve recompensada al final. En su caso, con un terreno muy especial: una colina prácticamente predestinada en el noreste de la región vinícola española Ribera del Duero, entre Roa y La Horra, en Burgos. Alejandro quedó impresionado: la bodega con aspecto de castillo, que hoy ocupa 170 hectáreas, está rodeada por el nutritivo río Duero y por viñedos cuyas parcelas, gracias a las diferentes orientaciones y composiciones del suelo entre el oeste (Valladolid) y el noreste (Roa), están como hechas para su polifacético juego con la variedad de uva Tempranillo. Porque también aquí -a sólo dos horas de Pesquera- quiso hacer justicia a su variedad de uva desfilada.
Además de este emplazamiento tan especial, lo que más destaca es la forma en que Familia Fernández Rivera cuida la materia prima -la exquisita uva- desde el viñedo hasta la botella. Hoy, las hijas y nietas de Alejandro y Esperanza, la segunda y tercera generación, dirigen la empresa y la amplían con nuevos proyectos. La interacción con la naturaleza desempeña un papel esencial, ya que es importante captar claramente los múltiples perfiles del suelo en los vinos y traducirlos en los aromas y la textura de los crecimientos. "El cuidado de las viñas y las uvas, su acompañamiento hasta la bodega y allí, tras la fermentación, el posterior acompañamiento del vino para que sea cada vez mejor hasta que finalmente llegue a los labios del consumidor..... En cada uno de estos momentos, apostamos por la calidad, invirtiendo recursos en los viñedos y en los procesos de elaboración para maximizar la calidad del producto año tras año y expresar con el vino cada añada, su clima y su terruño", cuenta el equipo de enólogos Lucia Pascual Fernández y Rodrigo Pons, que acompañan a los vinos en su viaje con gran sensibilidad y ambición. Quieren elaborar vinos tradicionales, originales, de la máxima calidad, que respeten la tierra donde se cultiva la uva y que, sencillamente, den placer a los entendidos. Al fin y al cabo, están convencidos de que el vino es vida. "El vino es nuestro pan de cada día, panem nostrum - nuestro Padre Nuestro". Es sagrado y al mismo tiempo simboliza "la alegría, el placer y el goce". El vino es vida"; todo lo que hace que la vida sea bella y especial.
Y así, la familia deja que los diferentes vinos de la Bodega Condado de Haza hablen de este trozo de tierra tan especial que un día encontró Alejandro Fernández. Vinos corpulentos y fogosos, de cuerpo firme y notas armoniosamente integradas de la madera en la que todos ellos maduran. Vinos que hace tiempo que salieron de la sombra del visionario, a la vez que cuentan su sueño y reflejan la pasión de la familia por el vino, su elaboración y sus orígenes: la tierra del Duero.
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